Elogio de la perífrasis

Foto que le hice a las Pléyades el 6 de noviembre de 2009.
Foto que le hice a las Pléyades el 6 de noviembre de 2009.

Recuerdo la primera vez que vi las Pléyades.  Las vi porque no las miré.  Es un fenómeno curioso de la visión (humana por lo menos, que yo sepa). Me tiré un par de horas buscándolas y cuando ya me había hartado eché un último vistazo general, superficial... y las vi.


En ocasiones vemos mejor lo que no está en el centro de la visión.  Se conoce como visión periférica e ignoro cuál es el principio fisiológico que la sustenta.  Lo que me interesa de esto es que a veces es mejor no centrarse demasiado en algo para percibirlo o entenderlo mejor.  Tampoco se ve mejor lo que se tiene más cerca.  El caso de las relaciones personales (de pareja, familiares, laborales...) es paradigmático.  Alguien de fuera (amigo, psicoterapeuta, vecina...) puede saber mejor lo que está pasando que los propios implicados.  No digamos cuando nos miramos a nosotros mismos.  El fracaso está asegurado.  Cualquiera llega y te dice una grandísima verdad sobre ti mismo habiéndote visto un ratito en el bar.  


Y pasa lo mismo con cualquier cosa a la que le metamos la retina o el intelecto.  ¿Vemos mejor la catedral de Chartres si colocamos nuestras pestañas a dos centímetros de la pared? ¿Qué pasaría si estuviéramos condenados a observar fijamente para siempre, por poner un caso, una orquídea, una persona hermosa o un atardecer congelado en el tiempo?


Y háganlo extensible a los problemas.  Los miramos, los miramos, les damos vueltas y revueltas y nada.  Nos enfangamos en un punto de vista único.  Nos metemos en un túnel y no vemos la salida, la entrada ni la montaña.  De ahí vienen la teoría del pensamiento lateral de Edward de Bono.


En otras (pocas) palabras, lo indirecto puede ser más fructífero que lo directo; la alusión, más contundente que la definición; lo imaginado, más poderoso que lo calculado; lo insinuado, más efectivo que lo contado.  Por eso quizás el comportamiento humano no se rige por los datos, ni los crudos hechos, sino por los miedos y las esperanzas, periferias de la realidad.


Lo banal puede llevar a lo crucial.  El enigma y el koan no llevan a la solución, sino al placer o la tortura de resolverlo.  Tal es la razón de ser de las artes, la publicidad, la seducción y las perífrasis, que tan mala prensa tienen, las pobres.



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