Sócrates en chándal

Exterior, día.  Dos mujeres de mediana edad conversan en las inmediaciones del colegio, minutos después de que este cierre sus puertas con los infantes en su interior.  Visten ropajes estrechos y cómodos, propicios para ejercitar el yoga u otros ejercicios aeróbicos y anaeróbicos.

 

--¿Tú te crees que si le dices eso va a dejarte en paz?

 

--Pues no.

 

--Pues ahí lo tienes.

 

Esta escena basada en hechos reales evidencia la vigencia (vaya ripio) del método socrático, conocido como mayéutica, en el que el sabio extrae o sonsaca las conclusiones a base de preguntar.  Literalmente la mayéutica es el arte de saber hacer parir, el arte de las parteras, en otras palabras.  Sócrates pensaba que la verdad estaba dentro de sus interlocutores y que todo consistía en hacer las preguntas adecuadas para hacerla salir de su madriguera de prejuicios e ignorancia, como quien pone cebos para atraer a su presa.  

 

Y la verdad sale.  No cuando queremos, ni donde, pero sale.  Otra cosa es que cuando nazca no la reconozcamos como hija nuestra o que sea melliza de otra verdad.  Bueno, dejemos la alegoría del parto, que tirando tirando de ese cordón umbilical, lo mismo sacamos otra verdad que no nos conviene.