¡Viva la literatura viva!

Tras lo vivido esta mañana, escribo en un estado mezcla de estupefacción, satisfacción y agradecimiento.  Mi amigo Emilio Lobato propuso en su centro, el I.E.S Romero Esteo de Málaga, elaborar una serie de situaciones de aprendizaje de las que pide la LOMLOE, basadas en Operación Artemisa.  Hace un mes o así me preguntó si podría ir una mañana a ver unas "cositas" que habían hecho sobre la novela.  Aparte de la invitación, desconocía absolutamente lo que habían pergeñado ni qué iba a pasar tal día como hoy.

 

Así las cosas me presenté, en compañía de mi amigo Fran Cuevas Alzuguren, un poco antes de tiempo.  Emilio nos pidió que esperáramos unos minutos en una cafetería cercana para terminar de prepararlo todo.  Así lo hicimos.  

 

Ya en la puerta del recinto comenzó a sonar "Así habló Zaratustra" de Strauss.  El profesor de plástica, ataviado con un mono blanco tuneado con enigmáticos signos, me dio la bienvenida en inglés a la base Shackleton (que es donde sucede casi toda la trama).  En los escalones de la entrada se podían leer las frases que adornaban los pasillos del escenario de la novela.  Entonces aparecieron varias parejas de alumnos y alumnas portando unas banderas de creación propia que representaban a la Tierra, la Luna y a la propia base.  A continuación, comenzaron a salir más y más alumnos ataviados con monos blancos. Tras un apunte coreográfico de bienvenida, interpretado por una alumna, María José, otros dos alumnos, Salma y Adan, se acercaron y se presentaron como la comandante Karalis y Alexander Marchand, protagonistas de la novela.  Este último me invitó a entrar e hizo las veces de cicerone durante el resto de la visita. Yo, por mi parte, me limitaba a tener la boca abierta, preso de un asombro que es difícil de cuantificar.

 

Justo en la puerta me recibieron dos conserjes tocadas con sendas pelucas de colores, las cuales me ofrecieron un viaje por la Luna.  En una de las paredes del mismo hall había un gran mural excelentemente pintado con una de las escenas principales de la obra y en las escaleras centrales pude releer los versos del primer poema en lunés, creado por Karalis, en versión original y en castellano.  Alexander Marchand me habló de su sueño recurrente, un hombre entrando en el bosque, mientras me mostraba un dibujo que lo representaba y que había sido pintado en una puerta cercana.  Era la puerta de la biblioteca y por ahí accedimos a la exposición propiamente dicha.  

 

Alexander continuó explicándome todo lo que había allí: basalto que imitaba el regolito lunar, libros de literatura selenita, estudios sobre el suelo y la geología lunares, información sobre la planta artemisia, que había sido cultivada en una maceta por una alumna a partir de las semillas; una copia de la tesis de Alexander Marchand, un maletín con cajas de medicamentos para el "mal lunar", además de muchos paneles con dibujos sobre escenas de la novela, documentación sobre viajes a la Luna, imaginativos alfabetos del idioma lunés, recreaciones de futuras guerras mundiales, etc.  Un trabajo de investigación que ha supuesto un esfuerzo enorme del alumnado en distintas materias y con el que seguro que han aprendido de forma lúdica, la mejor receta contra el olvido.

 

Mientras escuchaba atentamente las explicaciones de Marchand, me di cuenta de dos cosas.  Había un alumno en una silla de ruedas, que imitaba a un personaje de la novela.  Oía también un fondo musical. Era la Gymnopedie nº 1 de Erik Satie, tan importante para el argumento.  Pero es que además no se trataba de una grabación, sino de un alumno de 3º de ESO, Jesús, que la interpretaba perfectamente.

 

Nos desplazamos hacia el fondo de la biblioteca donde había un enorme mural con una nave alunizando.  Allí se desarrolló una interpretación de danza minimalista y exquisita, de nuevo a cargo de la alumna María José.  Tras ello los profesores invitaron a los alumnos/as a sentarse enfrente de mí para que les hablara un poco del proceso de escritura y les leyera algún poema o relato, cosa que hice con mucho gusto.

 

De pronto apareció una profesora, Carmen, que colocó unas luces en el suelo, activó una música y dio paso a un grupo de alumnos/as que llevaron a cabo una pequeña obra de teatro sobre Nannar, uno de los mitos que se relatan en la novela.  

 

Me di cuenta de que algo se cocía en la otra parte del espacio expositivo.  Alguien (todavía no sé quién o quiénes) habían cocinado dulces selenitas, estrellas de bizcocho y rosquillas interestelares o algo así.

 

Cuando ya creía que todo había terminado, aparecieron inesperadamente unos alumnos/as de bachillerato gritando "¡selenitas! ¡selenitas!" y leyeron un manifiesto sobre la independencia de la Luna.  Al acabar, me hicieron entrega del único ejemplar que existe de la Constitución de la Luna, un trabajo que han estado haciendo con su profesora de Filosofía, Ofelia.

 

Para finalizar, Emilio Lobato proyectó un divertido vídeo en el que recogía extractos de varios trabajos que había hecho el alumnado de 2º de bachillerato.

 

En resumen, una jornada muy intensa que me ha dejado en estado de shock.  Llegó un momento en que poco a poco conseguí olvidar quién era el autor de la novela que había motivado todo aquello para pasar a disfrutar de la creatividad y el entusiasmo de este centro que lleva el nombre de uno de mis maestros.

 

Nada más empezar la actividad me acordé de aquella frase de Lorca: "El teatro es la poesía que se levanta del libro y se hace humana".  Innovaciones educativas como esta consiguen  que la educación se haga también más humana y se levante del libro, ya sea el de texto u Operación Artemisa.  La sensación que tuve todo el tiempo fue la misma que experimento cuando escribo teatro y veo cómo hablan y se mueven por el mundo los personajes que uno ha inventado en soledad.

 

No puedo terminar esta apresurada reseña sin agradecer a todo el alumnado y a los profesores Raúl García Puente, por el excelente trabajo realizado desde el departamento de Educación Plástica; a Ofelia García Arce, coordinadora de la redacción de la constitución selenita; a Amparo Fernández Luna, por su labor de investigación sobre la artemisa y la geografía lunar; a Mª Ángeles Lanzac, Gabriel Canón, Pilar Ríos y José Miguel Jaenal, por su ayuda en el montaje de toda la instalación, sin la cual nada de esto podría haberse conseguido; a Carmen Torres por dirigir la bonita representación del mito de Nannar; a la profesora de Tecnología Margarita Mora Anaya, por sus aportaciones y su interés en que este proyecto sobre mi novela se realizara, y a la profesora de Música Rosana Meneses Lavín.  Y cómo no, a mi amigo y, sin embargo, agente literario, Emilio Lobato Montes.  Al montarme en el coche para volver a casa le confesé a Fran que me pasa como a Serrat en aquella canción sobre los amigos:

          "los tengo muy escogidos, son

           lo mejor de cada casa". 

 

 

 

 

Reseña de "Operación Artemisa"

Por primera vez en la historia de este blog voy a ceder la voz y el espacio a un autor invitado, el profesor Emilio Lobato Montes, que ha tenido a bien escribir una reseña sobre Operación Artemisa.  Tiene la palabra:

 

 

"Operación Artemisa es el título de la fantástica narración de ciencia ficción que el poeta y polifacético creador Ángel Luis Montilla Martos acaba de publicar bajo el cuidado de la editorial Círculo Rojo. Quienes con buen criterio se hagan con un ejemplar de esta deliciosa novela deben saber, antes de adentrarse en sus primeras páginas, que no solo van a protagonizar junto a sus personajes principales una misión llena de retos, intriga/s y hechos insólitos, sino que, transportándose a un futuro donde el hombre ya ha logrado colonizar el satélite de su propio planeta, podrán también habitar un mundo en el que la silenciosa y asombrosa belleza del espacio y los paisajes lunares convive con la fascinación por la poesía, la mitología, la música, la astronomía y la ciencia.

 

La lectura de una obra literaria es siempre un inteligente y generoso ejercicio de complicidad, y en la escritura de Ángel L. Montilla, tanto en el verso como en la prosa narrativa, esta experiencia suele ser especialmente fructífera y placentera. Queda claro que Montilla lo ha pasado en grande durante todo el proceso de preparación y creación de Operación Artemisa. Ante todo, concebir esta emocionante y, en algunos momentos, sorprendente historia en la Luna le ha brindado la posibilidad de revisitar y recrear algunas de sus inquietudes y aficiones más queridas y recurrentes. Como en algunas de sus colecciones poéticas, en esta su primera novela se atesoran, unas veces de forma expresa, otras de forma velada, no pocos homenajes y tributos a hitos de la literatura, el arte y la cultura antiguos, modernos y contemporáneos. Algunos de estos guiños encierran además valiosas claves que se reparten a lo largo de la obra para que el lector curioso y agradecido las reconozca, las interprete y, en la misma medida que el autor, las disfrute.

 

Junto a la cuidada ambientación y los misterios de su trama, Operación Artemisa es también el resultado de un minucioso trabajo de documentación y recopilación eficazmente aprovechado. La inclusión de todo un amplio repertorio de materiales y referentes culturales y artísticos que tienen que ver con lo lunar (hermosísimas narraciones mitológicas, obras maestras de la literatura y el cine, exquisitas piezas musicales) enriquecen un relato que amplía y trasciende el género al que se adscribe ya desde su título y desde el arranque de su acción principal. Operación Artemisa no es solo una novela de ciencia ficción. Tampoco es un ejemplo del subgénero de la ciencia ficción fantástica. Se trata de un ensamblaje muy personal y muy original de géneros, motivos y temas diferentes, todos ellos magistralmente integrados y armonizados alrededor de un hilo argumental que se centra en los periplos y las peripecias del botánico terrícola Alexandre Marchand y la comandante selenita Artemisa Karalis.

 

La narración se va construyendo a través de las numerosas cartas que estos dos personajes, Marchand y Karalis, remiten a sendos destinatarios. Dichas correspondencias se alternan a modo de capítulos y nos hablan de vidas que en un principio no parecen guardar relación aparente pero que poco a poco van aproximándose hasta revelar un pasado común y converger finalmente en un destino compartido. La fórmula epistolar es el cauce perfecto para que junto a la trama central fluyan interesantes y sugerentes anécdotas familiares, curiosidades científicas, reflexiones e, incluso, creaciones poéticas.

 

Y es que uno de los aspectos que hacen de Operación Artemisa una novela muy atractiva es el lirismo que envuelve muchos de sus episodios y escenas. No podía ser de otra manera: la poesía es el lenguaje que Ángel Montilla más ha cultivado hasta el momento. Lo lírico aparece en la descripción y la simbología de los sueños y en los preciosos mitos lunares que crearon las diversas culturas antiguas y que se intercalan como historias independientes en muchos capítulos. Pero la poesía tiene todavía mayor presencia en los versos de algunos de los nombres importantes de la lírica universal (Percy B. Shelley, Whitman, Lorca) que le cantaron a la luna y, sobre todo, en las composiciones de poetas selenitas, entre ellas alguna de la comandante Karalis. Estos pasajes son una buena muestra de los divertimentos metaliterarios que amenizan esta lectura y que con total seguridad despertará una sonrisa cómplice en más de un lector.

 

La creación de esta nueva tradición literaria de escritores nacidos en la Luna y la inclusión de algunas muestras de su lírica, junto a otros tantos detalles (la mención a un idioma lunés, los curiosos avances tecnológicos), dan cuenta de lo rica y compleja que es la recreación del universo en que transcurre Operación Artemisa. En él se funden realidades y concepciones que proceden tanto del ámbito científico como del humanístico. Esta visión global revela un claro interés del autor por ofrecernos un análisis completo y profundo de lo humano.

 

En su novela Ángel Montilla nos habla también de tensiones, dinámicas y circunstancias sociales y políticas que no son nada ajenas a nuestro mundo actual. La ciencia ficción ofrece así una valiosa oportunidad para que podamos contemplarnos más lúcidamente desde la perspectiva del futuro y para que podamos comprender mucho mejor nuestro presente. Relacionados con este aspecto de la obra encontramos momentos y situaciones que, a modo de pequeñas pinceladas narrativas, nos recuerdan a otros subgéneros como las historias de espionaje o el thriller político. La convivencia en la Luna entre los ciudadanos terrícolas y los selenitas se ve comprometida por una serie de conflictos que amenazan la paz social. En esa coyuntura, la comandante Karalis tiene una relevancia crucial. El protagonismo de lo femenino y la incorporación (y reivindicación) de una sensibilidad feminista en la historia es otro de los grandes aciertos de este relato.

 

Por la suma de todos estos aspectos y elementos de procedencia tan diversa y el compendio de temáticas y géneros tan variados, Operación Artemisa se nos antoja como una suerte de obra total. A pesar de no ser extensa, la novela es un auténtico microcosmos donde quedan reflejadas problemáticas de la condición humana a través de las aspiraciones, los sueños y los ideales que encarnan los personajes protagonistas.

 

Resulta además inevitable disfrutar de la lectura de Operación Artemisa con la mirada de un espectador acomodado ante la gran pantalla de una sala de cine. Los trayectos y las evoluciones de las naves espaciales, los escenarios y los paisajes lunares (tan icónicos), los momentos de acción, las actitudes sospechosas e intrigantes de algunos personajes y, sobre todo, el impactante final en el que desembocan los acontecimientos recuerdan, salvando las muchas distancias expresivas y estéticas, el encanto y la magia de algunas joyas del séptimo arte, de algunos clásicos de la ciencia ficción como los que nos regalaron para siempre secuencias tan memorables como el monólogo del replicante poeta Roy Batty o la imagen hipnótica de la Discovery 1 navegando al suave ritmo de los valses de Strauss.

 

Si aún no han conseguido un pasaje en el vuelo regular que llevará a Alexandre Marchand a la difícil misión que le ha sido encomendada, no lo duden. Acompáñenlo. Alunicen con él en la base Shackleton, alucinen con el insospechado desenlace de esta maravillosa aventura en el futuro".

 

Emilio Lobato Montes

15-1-2022

 

 

El retorno del sentido común

No es la primera vez que hablo de esto, pero ahora quiero relacionarlo con dos noticias/hechos más o menos recientes.

 

El primero es el fallecimiento de uno de mis maestros, el dramaturgo universal Miguel Romero Esteo.  Pocas veces se tiene la oportunidad de conocer en persona a alguien que cuadre con la categoría de genio.  "Genial" es una adjetivo que no me gusta demasiado.  Es una hipérbole devaluada que se aplica a cualquier tontería:

 

--He pensado que mejor vamos a este otro bar, que ponen dos tapas por una.

--Genial.

 

Menos veces se tiene la suerte de que el genio te dé clases y muchas menos de que te invite a copas, al cine o al teatro, en compañía de otros compañeros y compañeras de facultad, tan afortunados como tú.

 

En una de sus magistrales lecciones semi-improvisadas estaba argumentando algo sobre sociología de la literatura y un alumno (de cuyo nombre no debo acordarme) le replicó que aquello no era "de sentido común".  Ahí fue Troya.  Miguel montó en cólera y empezó a despotricar del sentido común, entendido como una forma de pensamiento plana, anti-intelectual, cutre, fascista y no sé qué más ("cuñada" la llamaríamos hoy).  Aquel alumno no volvió por clase.  De vez en cuando Miguel preguntaba en medio de una explicación: "¿Dónde está el muchachito del sentido común?".  Nunca más se supo.  Quizá otro día me anime y cuente más cosas del gran Miguel.  Sólo diré que, como su tocayo (Unamuno), sin duda fue un "excitator", pero no "Hispaniae", sino "discipulorum".

 

Esta anécdota me resonó en la cabeza el día que se ofrecieron los resultados de las elecciones andaluzas del pasado 2 de diciembre (y aquí va el segundo hecho que anuncié en el primer párrafo).  Uno de los partidos, hasta entonces ninguneado por las encuestas que analizan el sentido común de las gentes, empezó a hacerse un hueco en redes y medios y... allí estaba: el retorno del sentido común.

 

No es de sentido común, dicen ellos, que se den casas y ayudas a los inmigrantes y los españoles no tengan nada.  No es de sentido común, dicen ellos, que se paguen operaciones no vitales y se posterguen las necesarias.  No es de sentido común, dicen ellos, que se defienda a la mujer a toda costa, si las mujeres también pueden estar al borde de un ataque de nervios y matar a sus maridos (de vez en cuando).  

 

No me voy a poner aquí a rebatir estos puntos programáticos.  Este nunca ha sido un blog de política.  Sólo diré que el sentido común nos enseña que el sol "sale" por el este y que la Tierra está quieta, mientras todo el firmamento gira a su alrededor.  Es el sentido común el que proclama que para viajar de Málaga a Osaka el camino más corto es pasando por Italia, Turquía, Irán y China, cuando para ir hacia el este lo más corto es volar hacia el norte, porque vivimos en una esfera, no en un plano.  Es el sentido común el que animó el odio de los nazis hacia el arte "degenerado" (Entartete Kunst): Picasso, Van Gogh, Matisse, Kandinsky, Munch, Klee (mi amado Klee) y todo el jazz (negro), por supuesto...  Imagino a Goebbels recriminando a Picasso la posición de los ojos en la cara, mientras sus correligionarios daban a la palanca del gas zyclon y se cerraban los de quienes estaban en Treblinka.

 

Sí, el sentido común está de vuelta y parece que (lo siento, Oscar Wilde) ya no es el menos común de los sentidos.  Malos tiempos para los pensadores autónomos, las cuestionadoras de toda índole, los meticulosos del razonamiento, las partidarias del sentido propio.  Una gran brocha gorda nos barrerá y empujará hacia la nueva ágora, donde vociferan las grandes mentes de la actualidad: la barra del bar.

 

 

 

 

Cuestión de perspectiva

Cuando uno está lejos del objeto pasa como cuando está demasiado cerca.  Pongamos por caso "Las meninas": si te pones a verlas a un centímetro del lienzo no apreciarás la grandeza de Velázquez.  Si la ves desde lo alto de una noria un día nublado, pues tampoco.

 

Ahora que estoy lejos, el ruido que llega de la madre patria se oye distinto, como tamizado.  Y eso que lo hace con más nitidez que antes, vía internet: el prior falangista, la bebedora de leche cruda, el avión fiestero del presi, el atropellador de cruces, los abusos machistas...  La distancia sirve para filtrar un poco el grano de la paja y las vigas.  Incluso ha habido una frecuencia del ruido ibérico que provenía, precisamente, de aquí cerca de donde estoy escribiendo, de las botas con la bandera de España que se enfundó Iniesta en un partido en Kobe.

 

Y por otro lado, está James Rhodes, el pianista hispanófilo, que presenta "este país" (o sea, aquel) como un paraíso que no reconozco. Alaba a las señoras que hacen torrijas, las croquetas, a la gente esperando el semáforo en verde... en las antípodas de Max Estrella.

Quizá, como en aquel cuento de Borges, todo consista en ir al quinto infierno para buscar un tesoro y que, cuando llegues, alguien te diga que el tesoro está enterrado en el patio de tu casa.  Ese cuento, por cierto, quizá se lo pueda aplicar el mismo Rhodes, que echa pestes del Brexit y de un Londres orwelliano y triste.  

 

Hace años la sonda Cassini hizo una foto de la Tierra a 1400 millones de kilómetros, entre los inmensos anillos de Saturno.  ¡Qué ínfima mota de polvo! ¡Qué minúsculo Alejandro Magno! ¡Qué rifirrafe la Segunda Guerra Mundial! ¡Qué escuchimizado el increíble Hulk! ¡Qué risa ese mosquito que no te deja dormir hace semanas!

 

 

 

Cuando me paro a pensar...

Playa de El Palo, ayer
Playa de El Palo, ayer

Cuando me paro a pensar que lo que pienso está hecho con información de fuentes tan diversas...  En los repliegues de mi cerebro conviven los cuentos de Andersen y los de Borges, las guerras púnicas y las de las galaxias, los anuncios de gazpacho y la novena de Beethoven, Hiroshima y Georgie Dann, el jabón de las manos y los sonetos de Garcilaso, El padrino y las pelusas de debajo de la cama, caricias e instancias, un tinto de verano y el acorde de mi menor en la guitarra, Treblinka y Torremolinos, Sancho Panza y John Travolta, las reglas de las tildes y las del fútbol callejero, los papas y los boquerones en vinagre, la quinta declinación y las quintas columnas, las leyes de Mendel y Gloria Fuertes, las Pléyades y orzuelos, las canciones del verano y un haiku de Issa, Marx y Groucho, Ortega y Manet, los partidos políticos y los de verdiales, Sansón y Manila, Kioto y La Palma, el vecino de la tos y los crepes que hacía mi madre, este blog y los huevos fritos con tomate...  

 

Cuando me paro a pensar en esto, no sé qué pensar.  Será el verano, que es como una apisonadora para el pensamiento.

 

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Luna atrasada

Por razones de diversa índole e intensidad estas fotos que traigo ahora llevan dando vuelta por correos y discos duros un par de meses, desde julio o así.  Las hice con el móvil y un telescopio de 70 mms., con el que ya he hecho otras tantas de Júpiter, Saturno y demás.

Buena, ahí van.  No son nada del otro jueves, pero son reales.

Esta fue tomada al atardecer.
Esta fue tomada al atardecer.
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Simetría jupiterina

En esta noche de terral declarado, la primera quizá del año, hay un cielo espectacular, con tres planetas (ahora mismo, cuando escribo en el cielo).  Saliendo por el este anda Saturno, más arriba, camino de lo más alto o cenit, anda Marte y el poniente, en la constelación de Géminis y cerca del espectacular Orión, Júpiter el grande.  He conseguido hacer una foto de este último con sus satélites.  He usado el móvil y el telescopio de 70 mm.  Lo curioso de la escena es que los satélites están en una extraña situación de simetría, casi como en un libro de texto.  Aquí les dejo la mejor foto (mala) que he podido sacar.  De izquierda a derecha: Ganímedes, Europa, Io y Calisto.

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El cielo de ayer

Lo prometí y aquí van las fotos de la espectacular noche de ayer, domingo 16 de marzo. No están muy bien de enfoque y grano.  Tampoco están retocadas lo más mínimo, ni he usado telescopio ni prismáticos.  Pura cámara y puro pulso.

Luna llena y reflejo en el mar
Luna llena y reflejo en el mar

Y esta es la sorpresilla de la que hablé ayer.  Ya me pasó otra vez. Al hacer una foto con cierto tiempo de exposición aparecen estas líneas zigzagueantes, que probablemente serán satélites o aviones a mucha altura.  En aquella ocasión también fue en la constelación de Orión.  Está hecha con el móvil y con una aplicación que permite dejar abierto el objetivo para recoge más luz.  Luego está retocada para quitarle la contaminación lumínica y reslatar las estrellas principales, que son, de todas formas, las que se ven a simple vista.

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El cazador y su perro

Hace unos días hice estas fotos tan solo con paciencia, el móvil y una aplicación que deja el objetivo abierto el tiempo que le marques.  Son las constelaciones de Orión y el Canis Maior, que andan ahora por el cenit o "en tó lo alto" a eso de las diez de la noche más o menos.  En la de Orión se aprecia un poco su famosa nebulosa, debajo de la tres estrellas que forman el cinturón.  La estrella de la parte superior de Canis Maior es Sirius, una de las más brillantes de todo el cielo.

Cerca de ellas todavía se puede ver Júpiter, metido en Géminis y cerca de Tauro y las Pléyades, que ya van camino de poniente.  

No se lo pierdan.

 

P.S.: Hace tiempo hice algunas fotos de Júpiter mucho mejores que esta.  Aquí pueden verlas.

Orión. La estrella más alta es Betelgeuse.  Rigel, abajo a la derecha, ha salido movida.
Orión. La estrella más alta es Betelgeuse. Rigel, abajo a la derecha, ha salido movida.
Sirius en Canis Maioris.
Sirius en Canis Maioris.
Júpiter a la derecha y Cástor, una de las estrellas de Géminis, a la izquierda arriba.
Júpiter a la derecha y Cástor, una de las estrellas de Géminis, a la izquierda arriba.
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Como en España no se malvive en ningún sitio

Doblando un haiku en la casa natal de Matsuo Basho en Ueno.
Doblando un haiku en la casa natal de Matsuo Basho en Ueno.

 

 He aquí una nueva recopilación de tweets que he ido piando en las últimas semanas.  Estas microantologías están justificadas porque el fluir heraclíteo propio de la red del pajarito hace que muchas reflexiones se pierdan para siempre en el río sin retorno de los días. (Por las barbas de Zeus, qué frase más pedante me ha salido).

 

 

- Perseguir vehementemente la felicidad suele ser causa de infelicidad.

 

 

- ¿Es cosa mía o se ha pasado de moda hacer pompas con los chicles?

 

 

- Acabo de descubrir que en 1792 Jacob Schweppe inventó la tónica en la ciudad de... Ginebra. No me digan que no tiene gracia.

 

 

- Los guiones de los Simpsons tienen más calidad que el 73,6% de la literatura actual (y pasada) (aprox.).

 

 

- Las relaciones, los contactos, las redes son básicos para la supervivencia humana. Pregunten si no a Eduard Punset y su hija.

 

 

- La naturaleza del ser humano consiste en ser artificial.

 

 

- En el deporte actual lo importante no es participar, sino tener la pantalla más grande posible.

 


- Suscribo lo que dijo Martín de Riquer: felicito a quien no ha leído el Quijote; aún le queda el placer de leerlo.

 

 

- Como en España no se malvive en ningún sitio.

 

 

- La retórica se inventó para pleitear por las tierras que habían robado unos tiranos sicilianos. Lengua y poder siempre de la mano-

 

 

- ¿El nombre de qué dios o mito le habrán puesto a la Tierra los astrónomos de otros mundos?

 

 

- La hipérbole nos aleja de la realidad. De este modo tenemos más perspectiva.

 

 

- Media hora mirando las estrellas equivale a un fin de semana en un spa (antes de pagar la factura).

 

 

- ¿Cómo iría todo si los listos cedieran el poder a los éticos? Entonces los listos serían éticos y los éticos lo mismo se volvían listos.

 

 

- En España no hay déficit de inteligencia. Lo que hay es superávit de listos.

 

 

- La cantidad de arte e información superfluos es tal, que urge una limpieza personalizada para no incurrir en un atolondrado estupor

 

 

- Si después de los JJOO de Atenas pasó lo que pasó, ¿cómo nos iban a sacar los nuestros de la crisis? Siempre buscando varitas mágicas.

 

 

- Que alguien estudie por qué a los pacíficos demócratas "civilizados" nos gusta tanto la violencia en las artes. Yo es que no tengo tiempo.

 

 

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