¡Viva la literatura viva!

Tras lo vivido esta mañana, escribo en un estado mezcla de estupefacción, satisfacción y agradecimiento.  Mi amigo Emilio Lobato propuso en su centro, el I.E.S Romero Esteo de Málaga, elaborar una serie de situaciones de aprendizaje de las que pide la LOMLOE, basadas en Operación Artemisa.  Hace un mes o así me preguntó si podría ir una mañana a ver unas "cositas" que habían hecho sobre la novela.  Aparte de la invitación, desconocía absolutamente lo que habían pergeñado ni qué iba a pasar tal día como hoy.

 

Así las cosas me presenté, en compañía de mi amigo Fran Cuevas Alzuguren, un poco antes de tiempo.  Emilio nos pidió que esperáramos unos minutos en una cafetería cercana para terminar de prepararlo todo.  Así lo hicimos.  

 

Ya en la puerta del recinto comenzó a sonar "Así habló Zaratustra" de Strauss.  El profesor de plástica, ataviado con un mono blanco tuneado con enigmáticos signos, me dio la bienvenida en inglés a la base Shackleton (que es donde sucede casi toda la trama).  En los escalones de la entrada se podían leer las frases que adornaban los pasillos del escenario de la novela.  Entonces aparecieron varias parejas de alumnos y alumnas portando unas banderas de creación propia que representaban a la Tierra, la Luna y a la propia base.  A continuación, comenzaron a salir más y más alumnos ataviados con monos blancos. Tras un apunte coreográfico de bienvenida, interpretado por una alumna, María José, otros dos alumnos, Salma y Adan, se acercaron y se presentaron como la comandante Karalis y Alexander Marchand, protagonistas de la novela.  Este último me invitó a entrar e hizo las veces de cicerone durante el resto de la visita. Yo, por mi parte, me limitaba a tener la boca abierta, preso de un asombro que es difícil de cuantificar.

 

Justo en la puerta me recibieron dos conserjes tocadas con sendas pelucas de colores, las cuales me ofrecieron un viaje por la Luna.  En una de las paredes del mismo hall había un gran mural excelentemente pintado con una de las escenas principales de la obra y en las escaleras centrales pude releer los versos del primer poema en lunés, creado por Karalis, en versión original y en castellano.  Alexander Marchand me habló de su sueño recurrente, un hombre entrando en el bosque, mientras me mostraba un dibujo que lo representaba y que había sido pintado en una puerta cercana.  Era la puerta de la biblioteca y por ahí accedimos a la exposición propiamente dicha.  

 

Alexander continuó explicándome todo lo que había allí: basalto que imitaba el regolito lunar, libros de literatura selenita, estudios sobre el suelo y la geología lunares, información sobre la planta artemisia, que había sido cultivada en una maceta por una alumna a partir de las semillas; una copia de la tesis de Alexander Marchand, un maletín con cajas de medicamentos para el "mal lunar", además de muchos paneles con dibujos sobre escenas de la novela, documentación sobre viajes a la Luna, imaginativos alfabetos del idioma lunés, recreaciones de futuras guerras mundiales, etc.  Un trabajo de investigación que ha supuesto un esfuerzo enorme del alumnado en distintas materias y con el que seguro que han aprendido de forma lúdica, la mejor receta contra el olvido.

 

Mientras escuchaba atentamente las explicaciones de Marchand, me di cuenta de dos cosas.  Había un alumno en una silla de ruedas, que imitaba a un personaje de la novela.  Oía también un fondo musical. Era la Gymnopedie nº 1 de Erik Satie, tan importante para el argumento.  Pero es que además no se trataba de una grabación, sino de un alumno de 3º de ESO, Jesús, que la interpretaba perfectamente.

 

Nos desplazamos hacia el fondo de la biblioteca donde había un enorme mural con una nave alunizando.  Allí se desarrolló una interpretación de danza minimalista y exquisita, de nuevo a cargo de la alumna María José.  Tras ello los profesores invitaron a los alumnos/as a sentarse enfrente de mí para que les hablara un poco del proceso de escritura y les leyera algún poema o relato, cosa que hice con mucho gusto.

 

De pronto apareció una profesora, Carmen, que colocó unas luces en el suelo, activó una música y dio paso a un grupo de alumnos/as que llevaron a cabo una pequeña obra de teatro sobre Nannar, uno de los mitos que se relatan en la novela.  

 

Me di cuenta de que algo se cocía en la otra parte del espacio expositivo.  Alguien (todavía no sé quién o quiénes) habían cocinado dulces selenitas, estrellas de bizcocho y rosquillas interestelares o algo así.

 

Cuando ya creía que todo había terminado, aparecieron inesperadamente unos alumnos/as de bachillerato gritando "¡selenitas! ¡selenitas!" y leyeron un manifiesto sobre la independencia de la Luna.  Al acabar, me hicieron entrega del único ejemplar que existe de la Constitución de la Luna, un trabajo que han estado haciendo con su profesora de Filosofía, Ofelia.

 

Para finalizar, Emilio Lobato proyectó un divertido vídeo en el que recogía extractos de varios trabajos que había hecho el alumnado de 2º de bachillerato.

 

En resumen, una jornada muy intensa que me ha dejado en estado de shock.  Llegó un momento en que poco a poco conseguí olvidar quién era el autor de la novela que había motivado todo aquello para pasar a disfrutar de la creatividad y el entusiasmo de este centro que lleva el nombre de uno de mis maestros.

 

Nada más empezar la actividad me acordé de aquella frase de Lorca: "El teatro es la poesía que se levanta del libro y se hace humana".  Innovaciones educativas como esta consiguen  que la educación se haga también más humana y se levante del libro, ya sea el de texto u Operación Artemisa.  La sensación que tuve todo el tiempo fue la misma que experimento cuando escribo teatro y veo cómo hablan y se mueven por el mundo los personajes que uno ha inventado en soledad.

 

No puedo terminar esta apresurada reseña sin agradecer a todo el alumnado y a los profesores Raúl García Puente, por el excelente trabajo realizado desde el departamento de Educación Plástica; a Ofelia García Arce, coordinadora de la redacción de la constitución selenita; a Amparo Fernández Luna, por su labor de investigación sobre la artemisa y la geografía lunar; a Mª Ángeles Lanzac, Gabriel Canón, Pilar Ríos y José Miguel Jaenal, por su ayuda en el montaje de toda la instalación, sin la cual nada de esto podría haberse conseguido; a Carmen Torres por dirigir la bonita representación del mito de Nannar; a la profesora de Tecnología Margarita Mora Anaya, por sus aportaciones y su interés en que este proyecto sobre mi novela se realizara, y a la profesora de Música Rosana Meneses Lavín.  Y cómo no, a mi amigo y, sin embargo, agente literario, Emilio Lobato Montes.  Al montarme en el coche para volver a casa le confesé a Fran que me pasa como a Serrat en aquella canción sobre los amigos:

          "los tengo muy escogidos, son

           lo mejor de cada casa".