La luz de las palabras

Como diría un castizo, cuando Juan Manuel Villalba escribe, sube el pan.  Es decir, que su contención escritora augura siempre una explosión de energía poética a modo de cíclico big-bang de las letras españolas.  No hay más que leer el impresionante, conmovedor, espectacular y definitivo inicio de Linterna.  Es un desgarro del autoconocimiento, una bofetada al yo y a los espejos:

 

    Ya puedes olvidar tu vida.

    Asume que carece de interés literario

    incluso para ti, aunque te duela.

       (...)

     Y ahora, con las manos vacías y con frío,

     atrévete a sentarte y contar la verdad.

 

"Aunque te duela": he aquí el fondo de la cuestión.  Como el propio autor adelantó en la redes sociales, este libro es muy, pero que muy poco complaciente con el lector.  A través de la introspección del poeta se revuelven en nosotros (supongo que merced a las neuronas-espejo) sentimientos ocultos, tensiones agazapadas que creíamos perdidas bajo el limo de los trabajos y los años.

 

Con un estilo claro y tajante, a la vez que pulcro y cuidado, Villalba nos lanza versos como cuchillos.  Ahí van algunos tomados al azar de varios poemas.  Tengan cuidado:

 

     La muerte que se escribe

                                                no es un juego;

     jugar con las palabras también mata.

            -

     Salgamos al jardín de los pasos primerizos

     y de las bofetadas en el centro del miedo.

            -

     Pero en aquel infierno aún quedaba cariño,

     diría que hasta amor, amor enfermo,

     ese amor de los perros que olvidan las palizas.

 

Este libro es como una zambullida en el dolor pasado y en la inutilidad de la palabra (no digamos de la literatura) como supuesto bálsamo curativo.  Por eso la palabra se muestra casi desnuda, como una hija de la mar.  Y por eso quizá el autor use una metáfora subacuática para cerrar el último poema.  Pareciera que en eso mundo opresivo, oscuro y sorprendente del fondo del mar estuviera el tesoro de la verdad de cada cual:

 

     Si vuelves la mirada y te contemplas

     te ves sentado y quieto, pasmado como un pájaro

     que alguien sin esperanza olvidó entre las literas

     de un viejo submarino abandonado.

 

 

Aquí tenéis, filólogos ociosos, un filón para vuestras tesis: "El imaginario submarino en la poesía de Juan Manuel Villalba".  Ahora recuerdo que usé unos versos suyos abisales ("Un hombre cabe en el corazón de una ballena") para introducir un poema de Cantos cetáceos.  Las imágenes tienen un enorme poder de evocación, pues apelan a lo que no sabemos que sabemos, a esa realidad que sólo poetas como el que nos ocupa es capaz de sacar a la consciencia con la red de sus palabras.

 

Llama la atención también de este libro, su volumen, o sea, su delgadez.  Como el mismo poeta declaró en una entrevista, esto se debe a que en sus páginas también se trata el asunto de la responsabilidad del escritor, su deber de no entregar a la imprenta lo que no sea meridianamente necesario: "Utilizar la papelera más que el teclado".  Lo que, de camino, explica el título: la linterna es una luz humilde, de uso personal, que ilumina sólo lo que necesitamos iluminar, lo relevante, lo que verdaderamente importa: el dolor, la memoria, el verdadero yo o la tragedia.  Porque, como ya dijo Verlaine, todo el resto es literatura.

 

 

(A este autor también le debo una disculpa, esta vez doble: por la tardanza, como en el caso de Antonio, en la reseña, y por no haber asistido a la presentación).