Veía anoche una serie en al que varios sabios de múltiples disciplinas se reunían en torno a una mesa para asesorar al FBI. En un momento dado un científico sacó a colación la famosa inutilidad de las llamadas Humanidades. La venganza/ironía del asunto es que el caso se resuelve gracias la dialectología, la hermenéutica, la ortografía y el comentario de los textos que el asesino en serie enviaba a los medios y al propio FBI.
Ya ven: nunca se sabe quién ayudará más a sus semejantes, si el filántropo o el torpe oficinista, si las buenas intenciones o el mero azar. Ahí están la penicilina y el postit para certificarlo, frutos de la dejadez de Fleming, que no limpió bien sus cacharros, y de la ineptitud de Silver, que no daba con un pegamento que pegara de verdad. Y lo mismo pasó con el velcro, el teflón o el microondas.
Nunca se sabe. A la ecuación de Cernuda, la realidad y el deseo, le falta un término intermedio: el azar. De la realidad ya hablaremos cuando termine el año que viene. Del azar no diré nada porque es intrínsecamente ignoto, pero del tercero les diré que les deseo a todos las lectoras y lectores de este blog (y a quienes no lo son también), que 2018 venga repleto de salud, de paz espiritual y física, del suficiente dinero para sobrevivir y de amor, que, como dijeron los de Liverpool, es en el fondo lo único que necesitamos.