Cuerpo, mente y maquinistas japoneses

 

Nunca me había parado a pensar en los gestos que hacen los maquinistas de los trenes en Japón.  Al salir de las estaciones, al llegar a ellas o en determinados puntos del recorrido señalan hacia adelante o hacia algún lado con el brazo y la mano apuntando con el índice.  Otras veces señalan el listado de estaciones que figura en un papel que está en la cabina.  Me gusta ponerme cerca de la cabina en los pequeños trenes locales y contemplar esta coreografía minimalista, que va acompañada de frases en voz alta que no oía por el cristal aislante.  Supuse que era una tradición más de un país plagado de ellas, pero es algo más.

 

Este ritual, que se llama shisa kanko se remonta a principios del siglo XX, cuando un conductor de trenes de vapor, llamado Yasoichi Hori, había empezado a perder la vista.  Temeroso de saltarse alguna señal, le preguntaba a su compañero, que la confirmaba.  Alguien que fue testigo de la escena pensó que esas confirmaciones podrían ser un buen sistema de seguridad para todos los maquinistas.  Y así nació el código que empezó a utilizarse poco después.

 

En teoría escuchar la propia voz y gesticular estimula la atención del cerebro.  En 1994 se llevó a cabo una investigación que lo demostró.  Los sujetos que verbalizaban y "gestualizaban" los pensamientos redujeron un 85% la tasa de error.

 

Es algo que siempre he pensado de manera más o menos difusa.  Hablar es algo más que comunicar a un oyente una cierta información.  Es también comunicarse (en el sentido reflexivo del "se"), autocomunicar.  Y la expresión física de un pensamiento supongo que pondrá en funcionamiento más zonas del cerebro, distintas de las famosas de Broca y Wernicke.   Los mediterráneos sabemos esto muy bien, por eso quizá a san Agustín de Hipona le resultó tan raro ver a san Ambrosio leyendo en voz baja.

 

Recuerdo que siendo estudiante de instituto, nuestro profesor de Filosofía, José Rodríguez Galán, nos sacó al patio para enseñarnos la teoría heliocéntrica de Copérnico.  Tres alumnos hicimos las veces del Sol, la Luna y la Tierra.  De esta manera comprendimos mucho mejor que con un esquema o una disertación meramente verbal.

 

Cuerpo y pensamiento, esos divorciados artificiales, una dicotomía que no entienden muchas culturas y religiones, porque ¿acaso no es el cerebro una parte más del cuerpo?