Un reciente estudio realizado en la Universidad de Reading (Reino Unido) ha desvelado que los pronombres constituyen una pista excelente para revelar tendencias suicidas. El uso abusivo de "yo/mí" (y el determinante derivado "mi") es la clave. Claro que también aparecen adjetivos sospechosos, como "miserable", "triste" y "solitario", y adverbios como "siempre", "nada" y "completamente", pero confían más en la eficacia predictiva de los pronombres.
Mohammed Al-Mosaiwi y Tom Johnstone (autores del estudio) han rastreado con análisis computerizados de textos foros de internet dedicados al suicidio y han llegado a la conclusión de que en ellos se da un lenguaje "absolutista", una especie de ideolecto radical, propio de aquellos que han llegado a posiciones extremas, que no admiten matices ni interferencias de terceras y segundas personas del singular y, mucho menos, del plural (tú, ella, él, vosotras, ellos...).
Los pronombres son la esencia de la persona, el tuétano, podríamos decir. Pedro Salinas lo supo y fruto de ello fue aquel magistral poema de amor en La voz a ti debida, que hace unos días les leí a mis alumnas.
Para vivir no quiero
islas, palacios, torres.
¡Qué alegría más alta:
vivir en los pronombres!
Quítate ya los trajes,
las señas, los retratos;
yo no te quiero así,
disfrazada de otra,
hija siempre de algo.
Te quiero pura, libre,
irreductible: tú.
Sé que cuando te llame
entre todas las gentes
del mundo,
sólo tú serás tú.
Y cuando me preguntes
quién es el que te llama,
el que te quiere suya,
enterraré los nombres,
los rótulos, la historia.
Iré rompiendo todo
lo que encima me echaron
desde antes de nacer.
Y vuelto ya al anónimo
eterno del desnudo,
de la piedra, del mundo,
te diré:
"Yo te quiero, soy yo".