Atajos y educación

Imagen de Pixabay.
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Voy a contarles una anécdota docente.  No me gusta contar muchas porque hay un nivel de discrecionalidad que no quiero rebasar.  Lo que pasa en la clase se queda en la clase (salvo que pregunten los padres o los inspectores).  Creo que en esta ocasión no se menosprecia ni vilipendia a nadie, sobre todo al alumnado, que siempre es el blanco de todas las chanzas posibles por parte del público general y no general.  Pero ese es otro tema peliagudo que se merece una entrada él solo.

 

Hace unos días  estábamos en clase haciendo un ejercicio de ampliación de vocabulario, ese gran olvidado de los libros de texto, que lo trata de forma asistemática, esporádica y tangencial.  Salió la palabra "atajo".  Más de la mitad la conocía.  Pedí que pensaran ejemplos de contextos educativos, de su mundo, en los que se pudieran usar atajos.  Era de esperar que los más "brillantes", los "mejores" alumnos y alumnas levantaran la mano, pero de pronto veo que las manos que estaban levantadas eran las de los "malos" estudiantes, los desahuciados del sistema, los objetores, los cansados, los playstationadictos...  Ellos sabían los verdaderos atajos de la educación.  O creían saber, porque el primero que intervino dijo: "Que te aprueben por la cara".   Luego se habló de Formación Profesional Básica y de pruebas especiales para estudiar F. P.  Lástima que terminó la clase y no hubo tiempo para conocer más, como las chuletas, el gran clásico de los atajos, copiarse del compañero o del libro, los "cambiazos" o el último grito en tecnología, el pinganillo.

 

Esta anécdota viene a demostrar que el alumnado interviene, participa y se interesa cuando le interesa, es decir, cuando el asunto es de su interés.  Después de la clase, comentando el caso con una compañera, se me ocurrió un proyecto o un trabajo que se titulara "¿Cómo aprobar sin estudiar ni dar golpe?", "¿Cómo escaquearse constantemente en clase?", etc.  Sería la trampa perfecta: conseguir que los que no hacen nada escriban cien páginas sobre cómo no escribir nada.