Teoría del aplauso

El aplauso es un hecho extraño: comunica la opinión organizada de un colectivo, pero es el resultado de la desincronización de palmadas individuales.  El respetable manifiesta su alegría o asentimiento mediante un ruido seco y brusco que casi nunca se hace de forma individual.  No voy a definir la palmada en sí porque no soy Julio Cortázar.  Aplaudimos porque los demás aplauden.  

 

Hay aplausos tibios y protocolarios que enmascaran y disimulan un silencio que resultaría demasiado cruel para quien canta, habla o baila.  

 

Cuando el público entiende que el aplauso no es suficiente, se pone en pie y grita palabras en italiano (sobre todo en la ópera).  En estos casos el aplauso se prolonga hasta un momento indefinido más allá de los tres o cuatro minutos y se le llama ovación.

 

De un tiempo a esta parte se está difundiendo el aplauso mudo en solidaridad con las personas hipoacústicas, que se realiza moviendo azarosamente las manos en alto.

 

 

En algunas zonas de España el aplauso pierde su naturaleza anárquica y acaba sincronizándose de forma mágica o instintiva en un ritmo dactílico (PLAS plas plas / PLAS plas plas / PLAS...) que amaina cuando el/la artista vuelve al escenario a hacer un bis.

 

Lo contrario del aplauso es el abucheo.  El abucheo se realiza sin palmadas.  En su lugar se emiten sonidos graves (con preferencia la vocal cerrada velar "u") entre los que sobresalen algunas interjecciones como "fuera" u otros insultos que dependen de la naturaleza del espectáculo o el contenido de la exposición, tales como "aficionado", "mamarracho", "hereje", etc.  El equivalente a la ovación en el abucheo carece de nombre, pero se caracteriza por el lanzamiento de objetos variados al escenario o estrado.  En tiempos de Lope y Shakespeare el público era muy de eyectar hortalizas.  Dicen que cuando se estrenó La consagración de la primavera, la mitad del público ovacionó a Stravisnky y la otra mitad lo abucheó.

 

Por lo que a mí respecta, sólo espero que esta entrada no sea motivo, como dijo Cervantes de sus entremeses, de una "ofrenda de pepinos".