Las sobras de las educación

Que la educación es el asunto generalizado más complejo que existe no lo duda nadie.  El futuro de la ciencia, de las artes, de la política, de la salud, de las guerras y del amor depende de ella.  Si enseñamos a pensar, las futuras ciudadanas pensarán.  Si enseñamos a empatizar, los futuros hombres empatizarán.  Y si educamos mal (o no educamos) se perderá la oportunidad de hacer del mundo un lugar mejor.

 

En las últimas semanas un grupo de compañeros hemos asistido a un curso que imparte en el Centro de Profesores de Marbella el profesor, autor y pedagogo Juan Vaello Orts.  Todavía no ha terminado.  Tenemos que volver el año que viene a rematar la faena.  No hemos ido para conseguir puntos, porque a muchos ya no nos hacen falta para nada.  Estamos allí porque ya conocíamos el buen decir y hacer del ponente.  Sus propuestas son amplias y ambiciosas, pero concretas, ingeniosas, fáciles y claras.  Este años estamos empezando a implementarlas con ilusión, prudencia y humildad.  Cuando tengamos resultados, ya les contaré.

 

En una de las jornadas se abordó un asunto que me parece crucial, de modo que no me pude resistir y tuve que intervenir para dar mi opinión al respecto.  Se hablaba de la pertinencia de los famosos deberes vespertinos que apabullan a los alumnos y alumnas que quieren hacerlos.  En una encuesta a mano alzada, la mayoría de los presentes creían que gran parte del fracaso escolar se debe a que los discentes no saben estudiar y/o trabajar solos en casa.  Yo argumenté que los deberes, en cierto sentido, suponen una exteriorización de la labor docente y que esos ejercicios de repaso o remache, deberían hacerse en clase, bajo la supervisión del docente, no en el azaroso ambiente de un hogar que a veces es propicio y otras (muchas, quizá demasiadas) no lo es tanto.  Como dijo un compañero filósofo: la hija de la abogada sé que va a hacer los deberes; la de otros, no lo tengo tan claro.  Tras mi intervención una compañera contraargumentó con dos razones, una de las cuales, me pareció razonable.  1.- Los jóvenes deben aprender a ser autónomos.  Coincido con matices: depende de la edad, del contexto social y de sus características psíquicas. 2.- No hay tiempo para repasar tanto en clase, porque tenemos que dar... (redoble de tambores) el temario. 

 

Aquí quería llegar yo y parece que también el ponente.  Propuse una reducción racional de los contenidos en la ESO, con especial atención al alumnado con riesgo de salirse del sistema por un ataque de impotencia.  Esto, que a muchos oídos docentes y no docentes, suena a apocalipsis y degeneración intelectual, no es ningún disparate.  El mismo profesor Vaello lo resumió con su estilo lacónico: "En la ESO o sobran contenidos, o sobran alumnos".  No se trata de no dar la mitad ni la cuarta parte, se trata de no exigir muchas cosas que, vistas desde la óptica de otras asignaturas (o desde fuera), son indiscutiblemente prescindibles.  Gran parte de culpa de esto la tienen los libros de texto, voluminosas (ergo caras) y pesadas minienciclopedias que maltratan las espaldas de los infantes, repletas de conceptos tales como alegoría, determinantes, sinclinales, semicorchea o estabulación, endiablada palabra a la que ya dediqué una entrada hace tiempo

 

Hay que aclarar a los ajenos al asunto este de la docencia que en las leyes no aparecen semejantes términos de forma explícita ni (casi nunca) ímplicita.  Quizá esto sea lo más extraño/triste del caso: se pide al alumnado que sepa y sepa hacer cosas que stricto sensu no están en la ley y, por contra, otras que sí lo están no se exigen tanto o, al menos, no con tanta vehemencia como las arriba mencionadas.  Podría poner ejemplos de todo esto, pero sería un tostón considerable.

 

Pero lo que más me preocupa de todo esto es que la inmensa mayoría de los docentes son magníficos profesionales, que se dejan la piel cada día a pie de pizarra, ya sea verde analógica o blanca digital, y que se devanan los sesos en el ascensor, en la ducha y en la cola del cajero para conseguir que sus alumnos y alumnas aprendan más, cuando quizá lo que deben intentar es que aprendan mejor.