Y se quedaron los pájaros cantando

Esta mañana a una hora a la que usualmente solo se oyen coches, motos y máquinas cortacésped, el trino de los pájaros era el único sonido que reinaba en la calle.  La disminución del tráfico rodado y peatonal ha permitido oír lo que casi nunca oímos.  De igual modo en Venecia parece que las aguas se han aclarado y se pueden ver peces donde antes corría un agua verdosa y triste, decadente, como esa ciudad.  

 

Así que esta mañana me he acordado de aquel gran poema de Juan Ramón Jiménez, "El viaje definitivo", en el que los pájaros son el símbolo de lo eterno, de lo espiritual, de lo que permanece cuando el ruido y la furia, el anhelo, la gloria y la mezquindad del ser humano desaparecen:

 

          ...Y yo me iré.  Y se quedarán los pájaros

          cantando.

 

Es un poema que habla de la extinción del ser, del ego, pero no es un canto de desesperación ni amargura.  Al contrario, propugna la trascendencia de la naturaleza y de la propia poesía, que, en realidad, conociendo a Juan Ramón, es más bien la suya.  Pero, bueno, perdonémosle este pequeño atisbo de vanidad y disfrutemos de un poema que se parece tanto a estos días que hoy vivimos, en los que la presencia del ser humano se ha visto minimizada y la realidad tiene unos tintes fantasmagóricos.  De no ser por el aplauso de las ocho de la tarde, podríamos decir que nuestra sociedad solo existe virtualmente, como un Matrix sobrevenido.

 

Muchas ideas me están viniendo estos días, frutos de la perplejidad casi todas ellas.  Quizá

otro tarde las saque a pasear por aquí.  O quizá aproveche el paseo para tirarlas a la basura.  Mientras tanto sigamos oyendo a los pájaros, que son los que se han quedado solos, cantando.