Más bomba, más coñón

Hace unos días paseando por el centro de Málaga pasé por delante (y por detrás) de un edificio antiguo que están restaurando.  Se trata de un bloque de viviendas, construido por Antonio Baena Gómez en 1920, que está en calle Alcazabilla, justo al lado del único cine que queda en pie, el Albéniz, y a pocos metros de la Plaza de la Merced y la casa natal de Pablo Picasso.

 

Durante la Guerra Civil, Málaga sufrió muchos bombardeos aéreos, que llevaban a cabo los aviones procedentes del aeropuerto de Sevilla, que estaba en manos del general Queipo de Llano.  Este militar golpista amenazaba por la radio con arrasar el barrio del Perchel y convertirlo en un campo para plantar patatas.  El Perchel es un barrio ancestral, que se cita en el capítulo III del Quijote como lugar famoso en toda España por su carácter marginal.  En los años 30 del siglo XX era una zona populosa e industrial de Málaga, ecosistema idóneo de anarquistas y comunistas, de ahí la inquina del de Llano.  Y allí era donde vivían mis abuelos con mi madre y su hermano, a los que se unió un primo de menor edad.  Ante las amenazas de los "nacionales", mucha gente huyó de Málaga en la mítica y funesta "desbandá".  Mi abuelo, que era policía municipal, decidió quedarse, pero para evitar los mentados bombardeos decidieron alquilar un piso en el centro, donde, se suponía (erróneamente) que no caería las bombas de los "aparatos".  Y allí que se fueron al ático de calle Alcazabilla, con su contrato de arrendamiento y todo, en aquellos tiempos de ocupas y paseíllos.  Cuando sonaban las alarmas la gente debía correr hacia los refugios subterráneos.  Cuenta mi madre que su padre se quedaba en medio de la calle, temiendo morir sepultado por una de aquellas bombas que por primera vez en la historia del mundo, se estaban utilizando contra la población civil.  Mi abuela le pedía a mi madre que fingiera llorar para hacer que mi abuelo entrara en el refugio.  De ahí quizá provienen las gotas de sangre dramática o teatral que corren por las venas de algunos miembros de mi familia.  Y digo gotas, pero en algunos casos son torrentes.

 

Otra anécdota engarzada, la que da título a esta entrada, es que el primo de mi madre, que apenas sabía hablar, estaba entusiasmado con la guerra.  Varias películas y novelas han incidido en esta misma idea: las guerras son divertidas (para los niños).  En cuanto acababa el bombardeo de turno, el niño salía del refugio y gritaba desiderativamente: "Más bomba, más coñón" (sic).

 

Aquí les dejo la foto del edificio de Baena por la parte posterior, que mira directamente a la Alcazaba, y de la puerta principal.  Aquello ahora es un zafarrancho de polvo, andamios y martillazos, como si le hubiera caído una bomba de tiempo.

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Comentarios: 2
  • #1

    Juan Miguel Muñoz (jueves, 27 febrero 2014 12:59)

    Muy bonita la anécdota. Como muchas de "nuestra" guerra, mezcla lo gracioso y lo triste.

  • #2

    montecoronado (jueves, 27 febrero 2014 13:02)

    Muchas gracias, Juan Miguel. Son las cosas de esta España nuestra, que salta del llanto a la carcajada como si tal cosa.