La venganza de Apolo

Molesto sin duda (cabreado incluso) por el desprecio de parte de la humanidad (una pequeña), que olvidó que fue él con su lira quien inventó la lírica cantando, Apolo, dios del sol, amenaza con asestarnos una tormenta.  Lo ha dicho el gran boss, el presidente de los presidentes.   Es el apocalipsis del mes, quizá del año.  

 

No soy nadie para negar la posibilidad, ni la probabilidad.  En 1859 el evento Carrington iluminó los cielos de medio mundo y cuentan que en Londres se podía leer por la noche el periódico sin vela ni quinqué.   (Por cierto, mi amigo José Francisco Martín Caparrós ambientó su magnífica novela Informe boreal en esos momentos.  No se la pierdan). 

 

Las medidas de seguridad que se aconsejan son lógicas y humanizadoras: nada de máquinas, nada de ascensores, ni carreteras.  Tranquilidad, amontonar los congelados, desenchufar(se),  atesorar agua en los pisos altos, dejar de ver series y... lo más fraternal: establecer previamente un lugar de encuentro físico donde quedar tras la tormenta con familiares y amigos, para jugar a las cartas y a la oca, para hablar, tocar el ukelele y acariciarse, para contar leyendas de blogs desaparecidos, en los que se hablaba de tormentas solares que nos iluminarían las noches y, quién sabe, quizá los corazones.

 

 

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Comentarios: 2
  • #1

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  • #2

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